Llevaba tiempo queriendo escribir una entrada hablando de esto y hoy me he decido a dar el paso.
Empecé a borronear mi primer manuscrito en 2010. Desde entonces, he acabado y publicado once novelas:
1ª Almas Oscuras I (2012).
2ª El encanto del cuervo (2013)
3ª Almas Oscuras II (2013)
4ª Almas Oscuras III (2014). Esta trilogía será reeditada el próximo año con nuevos contenidos y un aire mucho más actual.
5ª Cruzando los límites (2015)
6ª Una canción para Novalie (2015)
7ª Rompiendo las reglas (2016)
8ª Palabras que nunca te dije (2017)
9ª Desafiando las normas (2017)
10ª Tú y otros desastres naturales (2019)
11ª La fragilidad de un corazón bajo la lluvia (2020)
Mirar esta lista siempre me provoca un estremecimiento. A veces, casi me parece mentira haber sido capaz de crear todo eso. Once libros, once historias, y todas son especiales para mí. Cada una a su modo y por motivos diferentes.
También son un recuerdo del paso del tiempo. Un espejo en el que he contemplado distintos reflejos de mí misma. En él he visto como cambiaban mis sueños, inquietudes, problemas y mi forma de ver la vida. Como esa vida me iba transformando en una persona más adulta, madura y mucho más segura. Mis prioridades y mis metas también han evolucionado a lo largo de esta década, del mismo modo que mis gustos, las cosas que me enamoran y me hacen sentir bien.
Es bueno cambiar, mudar la piel y encontrar nuevas perspectivas. Mirar atrás y comprobar que giramos con el mundo, que el entorno nos influye y el paso del tiempo nos moldea. Es positivo que cambiemos de opinión, que nos cuestionemos a nosotros mismos y aceptemos que podemos equivocarnos. A estas alturas, considero que es de valientes.
Cada vez me cuesta menos admitir que me he equivocado o que, si volviese atrás, haría algunas cosas de otra manera.
Las escribiría de otra manera o, simplemente, me habría mantenido fiel a mi modo de ver el mundo, concebir las relaciones y mi criterio sobre lo que está bien o mal. Fiel a lo que ya había hecho anteriormente hasta ese momento de inflexión.
¿Y por qué os cuento todo esto? Porque hace mucho tiempo que vivo con una vocecita que me susurra que, quizá, no hice las cosas todo lo bien que debía en una época muy concreta de mi vida literaria, en la que la impaciencia, las ganas de experimentar y lograr propósitos me llevaron a ser un poco trivial.
Han pasado cinco desde que Cruzando los límites se publicó, y siete desde que escribí esa historia. Tras cuatro novelas de género paranormal, este libro fue mi primer contacto con la ficción contemporánea. Un proyecto New Adult que nació como un experimento, una prueba personal con la que averiguar si era capaz de escribir otro tipo de tramas.
En aquel momento, el género New Adult era una novedad en pleno auge, con títulos como Maravilloso desastre, Química perfecta, Nadie como tú, El chico malo o la trilogía Crash. ¡Esas historias eran lo más! Libros que funcionaban con una fórmula muy concreta y encasillada: chico malo con una actitud difícil y chica buena que le ayuda a redimirse.
Y ahí que me lancé yo, de cabeza y sin mirar si había agua.
Tomé todos los ingredientes típicos de estas historias y escribí Cruzando los límites con mi propia receta. Le puse de todo. Amor, pasión, misterio, salseo, violencia, sexo y... ¡Llegó a las librerías!
Fui la primera sorprendida al comprobar que la novela gustaba, sumaba lectores y la serie crecía con otros dos libros más: Rompiendo las reglas y Desafiando las normas.
Le debo mucho a esta historia, muchísimo. Tanto como a la editorial que apostó por ella con los ojos cerrados y una ilusión tremenda.
Hoy en día, y pese a los años transcurridos, la trilogía sigue funcionando muy bien. De hecho, en pocos meses llegará una nueva edición a las librerías.
Sin embargo, esta primera novela tiene un «pero»: me arrepiento de haber sido tan fiel a la moda del momento y de haberle dado a los personajes masculinos (Caleb y Tyler) un carácter agresivo y esa «toxicidad machista». Actitudes que yo misma voy condenando a lo largo de la trama, señalándolas como algo negativo, pero quizá́ sin la contundencia necesaria para que quedara claro y manifiesto mi rechazo hacia ese comportamiento. Lo que puede haber herido sensibilidades. Lo siento, ni siquiera fui consciente de ello hasta que me detuve a pensar más allá de la simple ficción. Defectos de ser humano.
Desde entonces, no he dejado de aprender, crecer y sumar experiencia. Entre errores y aciertos, he ido encontrando mi propio estilo, mi voz y la seguridad para escribir historias que me nacen muy adentro, inmunes a lo que dicta la actualidad y las tendencias comerciales, y muy fieles a mi idea de como deben ser las relaciones afectivas. Tú y otros desastres naturales o La fragilidad de un corazón bajo la lluvia son un reflejo de esa idea.
En definitiva, supongo que toda esta década es un claro ejemplo de lo que supone evolucionar y avanzar hacia una versión mejor de mí misma.
Gracias por leerme.
Felicidades.
ResponderEliminarLa mayor felicidad es poder hacer tus sueños realidad.
Gracias a ti por ser tan sincera, María. He podido ver tu evolución desde cruzando los límites hasta la fragilidad de un corazón bajo la lluvia, y todos, con sus más y sus menos, me han llegado siempre al corazón. Todos cometemos errores (aunque no lo catalogaria como tal) y más si fueron hace 7 años. Solo quería decirte que con errores o sin ellos, la trilogía llego a mi vida en el momento justo y me salvó de muchas cosas (sobre todo desafiando las normas)a lo largo de todos los años que transcurrieron hasta que sacaste este último. Así que gracias, infinitas gracias ❤
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